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sábado, 21 de mayo de 2011



Él es idiota, él es bipolar, gracioso, cariñoso, infantil, alegre, detallista, especial, quejica, descuidado, borde, imprudente, simpático, dulce, olvidadizo. Tiene manías que no puedo soportar. No he contado las veces que me ha dicho te quiero, pero sé que son muchas. Ve lo bello de la vida en donde nadie más lo puede ver. Siempre está ahí a cada momento, a mi lado. Es la única persona que sabe sacarme de quicio. No me hace falta ser fuerte, él lo es por mí, no permite que llore. Ni el cristal más fino, se asemeja a lo transparente que puede llegar a ser cuando le miro a los ojos. Hizo que mis latidos tuvieran sentido. Por cada lágrima, el tiene preparada una palabra para poder callarlas. Él espera, nunca abandona. Siempre está ahí, en el momento más inesperado y necesario. La primera vez que le conocí, fue cuando me enamoré de él. Aunque no lo admita se preocupa demasiado por todo. Soy orgullosa y cabezota, pero si no es con él, ni él es conmigo, que esos latidos se paren, porque ya no les encontraría sentido alguno. Que otros lo llamen de todas las maneras que existan: enfermedad, raro, precioso, sencillo, complicado, difícil, doloroso, verdadero, lamentable... Todas las personas de este planeta, lo llamarían de cualquier otra forma, pero siguen pasando los días, y sigo sin encontrar la definición exacta de esto, y no hay nada que se pueda definir mejor. Es inútil, intentar que todos los comprendan. Porque nunca fue necesario definir un sentimiento tan pequeño y a la vez tan grande. Solo hace falta sentirlo.

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